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MEMORIAS DE UN SINGLE

Mi gente

Un referente

Si me preguntaran que me gustaría ser, cómo me gustaría que los demás me vieran, diría que quisiera ser una de esas personas sabias cuya presencia es capaz de reconfortarte, contenerte, animarte.  Esas personas que admiras sin sentirte intimidado, que son cercanas sin formalismos, que no te dicen lo que deberías hacer, y que son capaces de devolverte tu mejor reflejo.  Qué escuchan más allá de lo que tu mismo crees estar diciendo.  Esas personas que parecen estar en paz consigo mismas e irradian ese sentimiento.  Y parecen que están tranquilas, en cualquier situación.

No es lo que hacen o lo que dicen sino cómo son, la forma de estar, de vivir sin dejar de ser quienes son, ocupando su plaza en el mundo, sin perderse ni ocupar la de otro.

Así, de principio, suena abstracto; parece un ser casi divino.  Pero yo he conocido más de una persona que me ha hecho sentir así.  Su presencia siempre corta (a veces tan solo minutos) me ha dejado, sin embargo, un imborrable recuerdo.

La razón de que yo quiera ser así es que habré conseguido encontrar mi sitio, no sé si ser feliz ¿se puede aspirar a tanto? pero si habré conseguido algo más allá del éxito material o la popularidad.  Habré conseguido ser para mí mismo y para los demás una de esas personas que admiro y que añoro, sobre todo en los momentos en los que me siento más perdido.

Mi Bálsamo

Me preguntaba porque he estado contra todo pronóstico de tan buen humor esta noche, casi flotando, deslizándome entre los problemas y los detalles que tan a menudo consiguen ponerme de mal humor.

Buscando una respuesta objetiva me he dado cuenta que eres tú, es saber que te voy a ver esta tarde noche, es la promesa de tener tu sonrisa, tus ojos mirándome, tu voz acariciando mis oidos.

Y eso que sé que no te gusto, que nunca seremos pareja, que no es seguro que nos volvamos a ver.

Pero que más da.  Me basta así

ME BASTA ASÍ

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
                                entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
                     Oigo
constelaciones: existes.
                        Creo en ti.
                                    Eres.
                                          Me basta).

(Ángel González)

Me haces feliz con tu sola presencia.

Eres mi mejor, mi más eficaz bálsamo.

EN BUENA COMPAÑÍA

Aunque mi intención era (y sigue siendo) la de escribir un post cada semana o dos, este mes de diciembre ha sido tremendamente duro.  Para empezar, porque en el trabajo he encadenado varias semanas prácticamente seguidas de noche.  Las noches traen aparejado un importante desfase de horarios con respecto a casi todo el mundo, lo que hace que cuando encadeno muchas noches seguidas me “ausente” un poco de las otras partes de mi vida (los estudios, los amigos, la convivencia con mis compaleros de piso, mi alimentación, mi sensatez…).

 

También hay que reconocer que últimamente no doy abasto en la universidad.  Falta un mes para los exámenes y cada vez se acumulan más y más trabajos, temas y tareas.  Aunque no lo llevo mal del todo (y para ser sinceros, mejor que nunca), no estoy todo lo satisfecho y me gustaría estar más al día.  Pero al día le faltan horas, y a mi me sobra muchas veces pereza y cansancio acumulado (otro efecto colateral de trabajar muchas noches seguidas).

 

Pero no estoy aquí para contaros mis penas ni abrumaros con mi “sufrimiento”.  Es cierto que empecé el mes bastante desanimadillo (creo que el post anterior lo refleja claramente).  Pero nada grave.  Simplemente, es que necesito ir adaptándome y encontrando mi ritmo.  Creo que febrero va a ser un mes muy importante en ese sentido, si tengo (como espero tener) éxito en mis exámenes, podré darme un respiro, y también ganar la confianza de saber que esto funciona, que merece la pena el agobio que siento en algunos días.

 

Y bueno, hay personas a mi lado (de las que ya he hablado en otros post) que sin duda son capaces de auparme más allá de mi mismo, de hacerme sentir bien en medio del caos, de la desidia, y que consiguen lo inimaginable: que este año, por poner un ejemplo, las navidades estén siendo una época divertida.

 

Y es que para mí, tradicionalmente, las navidades suelen ser una época triste o cuanto menos melancólica.  Siempre acuden a mi mente las de otros años, pobladas de personas que ya no están conmigo.  Si tenemos en cuenta que en este año he perdido a mis dos abuelos y lo he dejado con mi novia, no son las circunstancias más propicias para pensar que estas navidades iban a ser mejores.

 

Pero no contaba con un elemento importante, diferenciador:  mis amigos.  Ellos marcan la diferencia con otros años.  Y me dan esperanza.  Sobre todo, me demuestran que yo también he cambiado, que no tengo porque encadenarme a viejos recuerdos, que puedo mirar con optimismo y con ambición al futuro, que puedo tener fe.  Si hemos de ser justos, diré que siempre he tenido buenos amigos.  Pero ahora los tengo mejores.

 

Una de las grandes cosas que me han enseñado es que para ser fuerte hace falta también poder ser débil.  Con ellos puedo ser yo.  Un yo que está lleno de imperfecciones, de enfados tontos, de días de mal humor porque sí, de palabras no del todo apropiadas.  Un yo que juega a conocerse en el terreno seguro de la amistad entre iguales que se quieren y se conocen más allá de las palabras.  Ellos me brindan la libertad de ser.  No hay un acto de amor mayor que el que nos da libertad de conocernos para elegir que queremos ser y entonces sí; damos la parte de nosotros más bonita, la más sagrada porque es la real, la auténtica.

 

En nochebuena, Pablo y yo viajamos a su pueblo en Córdoba.  Cenamos con su familia y compartimos algo más que un montón de platos y regalos.  Compartimos una amistad que día a día se crece a base de momentos.  Momentos como acompañar a Pablo en su coche con el carnet recién sacado y la música de las Supremes “you can´t hurry love”.  Momentos de foie con salsa de frambuesa made in Pablo (que bueno), y momentos como ver a mi mejor amigo en su faceta más íntima, la del hogar paterno, lleno de silencios o de palabras que nos gustaría poder decir bien alto. Ir con Pablo de viaje y poder escapar durante unas horas de Granada y nuestra rutina sirvió entre otras cosas para apreciar que tenemos un sitio donde nos apetece volver.

 

El 25, invitamos a Manolo y los cuatro tomamos una cena exquisita preparada por nuestro “chef” y aderezada con todas esas cosas que hacen que Alejandro de una manera muy sutil sea alguien irremplazable en nuestra vida.  A veces siento que somos como los Beatles, o como Martes y trece.  Somos buenos por separado, pero es la unión de los tres lo que nos hace grandes.  Esa fue una cena realmente divertida, creo que la mejor cena de navidad que he tenido en mi vida, rodeado de mis tres mejores amigos, en armonía, en paz.  ¿No es acaso ese el espíritu de la navidad?  No pude echar de menos a nadie, pues de hecho, no puedo pensar en nadie con el que deseara más estar aquella noche.

 

Bebimos mucho, comimos más y contamos y reímos anécdotas que a día de hoy me hacen reír y no hace mucho me hacían sentir francamente desgraciado.  Hubo ratos de confidencias, fotos (algunas absurdas), y momentos en el que el alcohol nos hizo más parlanchines.  Pero no me sentí más desinhibido, pues cuando estoy con ellos siempre estoy desinhibido, siempre soy tremendamente yo.  Gracias amigos.  Feliz navidad.

 

DETALLES

Ayer por fin celebramos la cena que tantas veces ya habíamos pospuesto los tres inquilinos (mis dos mejores amigos y yo).  Pude por fin darles un pequeño y más que merecido homenaje por su apoyo y fidelidad inquebrantable durante todos estos meses.  Ellos han sido capaces de sacarme de la cama y cuidar de mi cuando más roto me encontraba, han sido capaces de contenerme, de aguantarme, y algo que quizás pueda parecer banal, pero no lo es:  han sido capaces de quererme con mi dolor, sin exigirme que estuviera bien cuando no podía estarlo (ya me hubiera gustado a mí).  Por todo eso y mil cosas más: Gracias.

Es mucho lo que éstas dos personas han crecido dentro de mí en estos últimos ocho meses... Y además no lo han tenido fácil, debieron crecer en un desierto, pleno de desolación, interior y exterior.  Pero con el agua de la amistad y el sol de las cosas justas, han sido capaces de germinar sentimientos en mi interior que creía extintos.  Ellos han sabido demostrarme que existe el compromiso, me han devuelto la fe en la amistad que ya había perdido.  Me han traído de vuelta al mejor yo, al Miguel que sabe lo que quiere y no se conforma con migajas, al Miguel que cree en si mismo. Pero también es verdad que yo ya no soy igual.  Sinceramente, creo que soy mucho mejor, que lucho cada día por estar a la altura de lo que creo que merece la pena.  Y en el camino he tenido que dejar de lado muchas cosas, porque quien se busca a sí mismo no puede perder el tiempo.  Así, ha habido personas, cosas y aspectos de mi personalidad que he tenido que dejar atrás para instaurar otros más auténticos.  He dejado una carrera que no me gustaba por otra que adoro (sólo ahora que la estoy haciendo me doy cuenta de cuanta vocación he tenido siempre por ella), he dejado una relación que me daba todo, porque yo no sentía lo mismo y necesito también saber que puedo darlo todo.  He dejado amigos que me quisieron, supongo, pero muy egoistamente (antes yo también era así), sin implicarse en nada, sin mojarse.  Ahora tengo menos amigos, pero estos amigos se preocupan de verdad por mí, sé que son capaces en un momento dado de hacer incluso cosas que no les pido, porque se molestan en conocerme y en intentar saber como me siento.  Ellos marcan parte de la calidad de lo que es mi nueva vida (que todavía está en proceso de ensamblaje, pero cada vez me gusta más).  También yo soy más sincero (y aún he de aprender a serlo más); ya no espero que me adivinen la mente, ya no espero que venga nadie a salvarme (¿de qué o de quién?), ahora sé que mi vida va a ser lo que yo haga de ella.  Y como dijo ayer Pablo en un momento de la cena: "hay cosas que sólo tú estás llamado a hacer, y si no las haces tú, nadie las va a hacer por ti, nadie las hará igual, se quedarán sin hacer".

Para celebrar estas y otras cosas (materializadas en el cambio de piso en agosto), les llevé a cenar a un sitio que nos gusta mucho, con una increíble vista de la Alhambra iluminada justo enfrente nuestro y una cocina francesa exquisista (y un camarero también exquisito, mis compañeros de piso dixit).                                                                                                                                                                                                                                                            Les había escrito una carta a cada uno en la que brevemente repasaba algunos de los momentos pasados juntos estos meses y mis sentimientos al respecto.  A pesar de que se emocionaron un poco (yo también, para que voy a negarlo), pienso que lo de anoche fue solo un pequeño detalle, una gota de agua en un océano de amistad.  Importa todo lo que hay detrás.  A ver si soy capaz de explicarme:  para mí es mucho más importane el dia a dia, nuestros roces diarios, algunos momentos aburridos, otros graciosos, otros francamente tediosos, otros simplemente cansados...

El momento de ayer que les pareció encantador, para mi no vale más que cualquier momento en el que sentados en el brasero en el salón charlamos, a veces incluso sin mirarnos, o cuando hacemos la cena, o estamos fregando en la cocina y hablamos de nuestro trajín diario, o cuando preparo el café para los tres y escucho sus conversaciones desde la cocina y sonrío, y sé que no podría hacer nada mejor que eso y que la vida son esos detalles sin los cuales lo de ayer no significaría absolutamente nada.