Blogia
MEMORIAS DE UN SINGLE

DETALLES

Ayer por fin celebramos la cena que tantas veces ya habíamos pospuesto los tres inquilinos (mis dos mejores amigos y yo).  Pude por fin darles un pequeño y más que merecido homenaje por su apoyo y fidelidad inquebrantable durante todos estos meses.  Ellos han sido capaces de sacarme de la cama y cuidar de mi cuando más roto me encontraba, han sido capaces de contenerme, de aguantarme, y algo que quizás pueda parecer banal, pero no lo es:  han sido capaces de quererme con mi dolor, sin exigirme que estuviera bien cuando no podía estarlo (ya me hubiera gustado a mí).  Por todo eso y mil cosas más: Gracias.

Es mucho lo que éstas dos personas han crecido dentro de mí en estos últimos ocho meses... Y además no lo han tenido fácil, debieron crecer en un desierto, pleno de desolación, interior y exterior.  Pero con el agua de la amistad y el sol de las cosas justas, han sido capaces de germinar sentimientos en mi interior que creía extintos.  Ellos han sabido demostrarme que existe el compromiso, me han devuelto la fe en la amistad que ya había perdido.  Me han traído de vuelta al mejor yo, al Miguel que sabe lo que quiere y no se conforma con migajas, al Miguel que cree en si mismo. Pero también es verdad que yo ya no soy igual.  Sinceramente, creo que soy mucho mejor, que lucho cada día por estar a la altura de lo que creo que merece la pena.  Y en el camino he tenido que dejar de lado muchas cosas, porque quien se busca a sí mismo no puede perder el tiempo.  Así, ha habido personas, cosas y aspectos de mi personalidad que he tenido que dejar atrás para instaurar otros más auténticos.  He dejado una carrera que no me gustaba por otra que adoro (sólo ahora que la estoy haciendo me doy cuenta de cuanta vocación he tenido siempre por ella), he dejado una relación que me daba todo, porque yo no sentía lo mismo y necesito también saber que puedo darlo todo.  He dejado amigos que me quisieron, supongo, pero muy egoistamente (antes yo también era así), sin implicarse en nada, sin mojarse.  Ahora tengo menos amigos, pero estos amigos se preocupan de verdad por mí, sé que son capaces en un momento dado de hacer incluso cosas que no les pido, porque se molestan en conocerme y en intentar saber como me siento.  Ellos marcan parte de la calidad de lo que es mi nueva vida (que todavía está en proceso de ensamblaje, pero cada vez me gusta más).  También yo soy más sincero (y aún he de aprender a serlo más); ya no espero que me adivinen la mente, ya no espero que venga nadie a salvarme (¿de qué o de quién?), ahora sé que mi vida va a ser lo que yo haga de ella.  Y como dijo ayer Pablo en un momento de la cena: "hay cosas que sólo tú estás llamado a hacer, y si no las haces tú, nadie las va a hacer por ti, nadie las hará igual, se quedarán sin hacer".

Para celebrar estas y otras cosas (materializadas en el cambio de piso en agosto), les llevé a cenar a un sitio que nos gusta mucho, con una increíble vista de la Alhambra iluminada justo enfrente nuestro y una cocina francesa exquisista (y un camarero también exquisito, mis compañeros de piso dixit).                                                                                                                                                                                                                                                            Les había escrito una carta a cada uno en la que brevemente repasaba algunos de los momentos pasados juntos estos meses y mis sentimientos al respecto.  A pesar de que se emocionaron un poco (yo también, para que voy a negarlo), pienso que lo de anoche fue solo un pequeño detalle, una gota de agua en un océano de amistad.  Importa todo lo que hay detrás.  A ver si soy capaz de explicarme:  para mí es mucho más importane el dia a dia, nuestros roces diarios, algunos momentos aburridos, otros graciosos, otros francamente tediosos, otros simplemente cansados...

El momento de ayer que les pareció encantador, para mi no vale más que cualquier momento en el que sentados en el brasero en el salón charlamos, a veces incluso sin mirarnos, o cuando hacemos la cena, o estamos fregando en la cocina y hablamos de nuestro trajín diario, o cuando preparo el café para los tres y escucho sus conversaciones desde la cocina y sonrío, y sé que no podría hacer nada mejor que eso y que la vida son esos detalles sin los cuales lo de ayer no significaría absolutamente nada.

0 comentarios