Blogia
MEMORIAS DE UN SINGLE

Mis paranoias

Causa y Efecto

No puedo evitar reconstruir los hechos buscando una causa que justifique cada posible efecto; una razón que a modo de matemática perfecta me permita sumar dos y dos sin que falte nada para que sean cuatro.  Es un juego humano, nos pasamos la vida buscándole sentido a nuestro pasado, a nuestro presente, pretendiendo que cada paso quede explicado por el anterior, que cada actitud, éxito o fracaso tenga una razón que lo justifique.

¿Y si no la tuviera? ¿y si el azar o el caos fueran como mínimo tan importantes como la lógica para explicar que estemos aquí y ahora en lugar de allí y luego?

Hay veces que pienso que el ser humano es realmente muy limitado, más de lo que nos gustaría creer.  Que nos vemos arrastrados por nuestro entorno, por nuestras circunstancias, que al final somos todos igualmente torpes cuando creemos que podemos interpretar lo que nos ocurre buscando una explicación.  ¿Y si la encontráramos, serviría para algo? Siempre he pensado que si tienes que explicar el chiste es que no era un buen chiste.  ¿Los actos hablan por nosotros, o no? ¿Dicen todo lo que podríamos decir o sólo lo que no somos capaces de ocultar? ¿Hasta que punto somos dueños de nuestra vida, de nuestro destino, de nuestra forma de pensar?

Pienso estos días en el Holocausto judio, por ejemplo.  Pienso, que cualquiera podía haber sido una de las víctimas, sacrificadas como un número por el simple hecho de ser judía, gitana, homosexual… Pero últimamente pienso – y esto es aún más aterrador – que cualquiera podría haber sido también un guardia, un kapo del campo, obligado por una maquinaria superior a él a ser un ejecutor, obligado por las circunstancias, por la debilidad de su propia humanidad a creer y a pensar que hacía el bien librando a la humanidad de esas “razas inferiores”.  Obligado por el miedo a llevar razón, por lo que implicaría llevarle la contraria a sus jefes, a sus amigos, a su familia, a su propia supervivencia como ser físico y social…¿Somos simples piezas de ajedrez o realmente somos capaces de actuar y pensar por nuestra cuenta? 

Ya sé que dirás que hubo personas a lo largo de la historia que no se dejaron llevar por los demás y actuaron de manera diferente, única.  Siguiendo con el ejemplo nazi, podemos pensar en Schindler, ese industrial inmortalizado en la película de Spielberg y en los corazones de los descendientes de los judíos que salvó.  Pero, Shindler a pesar de ser un caso entre miles, fue también el producto de poderosas casualidades, tales como un contacto más cercano con determinadas víctimas, que le permitió sensibilizarse y sobre todo, la capacidad económica, física y moral de enfrentarse al engranaje aniquilador. 

Seguramente ninguno nos veremos nunca en situaciones tan extremas, pero sin llegar a esos terribles límites,. ¿hasta que punto podemos creer que somos dueños de nuestra vida, de nuestro destino, incluso de lo que pensamos?

Curriculum

Hola.  Demasiado tiempo sin pasarme por aquí.  ¿Qué es demasiado? Según las leyes de la física, ha podido pasar un segundo desde la última vez que estuve sentado aquí escribiendo unas líneas, para ese lector imaginario que sueño a veces que me lee y me comprende un poquito.  Pero solo un poquito, porque yo amo las cosas que solo entiendo un poquito, que en gran medida permanecen indescifrables para mí. Me gusta oir no solo de palabras o de razones, sino también escuchar el sonido de las palabras, su carga emocional, como una melodía que nos va sumergiendo sin que nos demos cuenta...Sin buscar explicación, sólo sentir... Pero basta de divagaciones.

Hoy he pagado la matrícula de tercero, con lo cual, de alguna manera empieza un nuevo curso, aunque aun faltará un mes para que lo veamos, con sus nuevas asignaturas virtuales (y alguna fantasma), con su reparto de buenos y malos profesores y esas prácticas que a veces parecen los doce trabajos de Hércules.  Pero no tengo ganas de hablar de estudios ahora.

Mi currículum académico está muy bien.  Pero a nivel personal y social es otra historia.  Yo sé que he invertido en el último curso mucho tiempo en prepararme asignaturas, tiempo que, como además tengo la suerte (porque es una grandísima suerte hoy día) de trabajar, implica sacrificar tiempo libre, tiempo de estar con amigos, tiempo de ocio, de conversaciones trascendentes e intrascendentes y tiempo en general.  Por sacrificar, he tenido en muchas ocasiones que sacrificar hasta ese tiempo que sirve para descansar entre una actividad y otra, el tiempo muerto, cuando no el tiempo de descanso, de sueño.

Ahora es verano, y parcialmente he recuperado parte de ese tiempo, sin embargo, ahora me cuesta disfrutarlo.  No encuentro con quien o que llenarlo.  Aquí es donde aparece ese gran vacío, esa gran carencia de la que este blog que escribí pensando en presumir de ella, no ha sido sino una excusa para hablar una y otra vez de dicho vacío. 

Resumiendo un poco ese otro curriculum que no es académico ni laboral:

 - Me aburren mis amigos, o mejor dicho, me aburro yo en compañía de ellos

 - Mi manera de entender la amistad no es "siempre que me llames quedaré contigo", sino "si me necesitas estaré ahí, solo tienes que pedírmelo" pero teniendo en cuenta que en la vida a veces se producen cambios de planes, de camino, traslados al extranjero o a otras ciudades.  Pero siempre he sentido que la amistad es como un trato firmado que no se rompe salvo que pase algo muy grave.  Que por circunstancias pueden pasar meses, incluso años, pero que sigo siendo amigo de mis amigos aunque no los vea tan a menudo. ¿Me equivocaba?

 - Me siento solo, pero tampoco hago nada para salir de esa soledad, en parte porque no se me ocurre que hacer, en parte porque siento que haga lo que haga, nada cambiará mientras no cambie yo, y algo en mi interior me dice que no estoy dispuesto a cambiar ¿Me equivoco? ¿Debería buscar esa persona o situación que me haga cambiar, o mejor debería ser yo el que ponga en marcha un proceso que contagie el mundo a mi alrededor?  Siempre he creído en esta última opción, pero en estos momentos agradecería enormemente que alguien me allanara un poco el camino ¿Cómo? sorprendiéndome, rompiéndome los esquemas, llevándome por terrenos que no conozco... de nuevo le estoy pidiendo a otra persona que haga lo que yo no hago...

 - Miro alrededor y siento rechazo por muchas cosas. Las relaciones entre otras personas me parecen en su mayoría patéticas.  Apego, miedo, celos, posesión, ganas de dominar... todo eso me da asco.  Me siento moralmente superior por no caer en esa trampa, siento una gran suficiencia que me hace sentirme diferente, más fuerte.  Hasta que llego sólo a mi cama y sólo me levanto y entiendo que aunque no quiero eso, quiero estar con alguien.  Como decían los Beatles en Help "necesito a alguien, pero no a cualquiera"

 - Estoy aburrido.  Mi vida me aburre, y sin embargo me gusta eso, me gusta esa tranquilidad, esa previsibilidad, aunque en cierta medida me está agotando... ¿Estoy dispuesto a cambiar este mundo rutinario y predecible por otro en el que quizás no voy a tener esa sensación de autonomía y seguridad que ahora tengo? Siento que me falta el impulso, o simplemente es que no quiero o no creo en mi mismo.  En cualquier caso, en un año o a lo sumo en dos, según me acerque al final de la carrera, tendré que tomar decisiones que hoy por hoy me aterran.

Este es a día de hoy mi verdadero curriculum.  No está mal, ¿verdad?

Sólos en la madrugada

Hoy, contrariamente a “mi libro de estilo personal”, no voy a gastar tiempo en corregir esto.  Que salga como tenga que salir.  Me apetecía escribir, y punto. Y bueno, a veces me atenaza el tema de tener algo interesante que contar.  Pero la vida en sí, es interesante, lo que ocurre es que metidos en la vorágine y en la rutina nos vamos embruteciendo (hablo por mí), y todo nos parece igual, una porquería, algo intrascendente.

Pero aquí me tienes (perdona que te tutee, pero si estás leyendo esto, que es poco menos que mi intimidad, que menos). Son las cuatro y veintitrés de la mañana, y yo, dándole a la tecla. 

Aparte de que no tengo sueño, (cosa bastante comprensible dados mis horarios nocturnos), es que todas las noches busco algo, un cuento, una promesa, una ilusión que me duerma o (en el peor de los casos), que me anestesie.

Porque sí, porque estoy sólo, y al mismo tiempo, encantado de estarlo.  Hay momentos en los que pienso que la soledad me va a cambiar, que ya me está cambiando… ¿Para bien o para mal? ¿Me estoy volviendo más frío y distante, o por el contrario estoy más receptivo y sociable que nunca?  Ay, amigos, esto depende del día y del estado de animo de quien subscribe.

Lo que sí me siento es más tranquilo, más sereno.  Hay paz a mi alrededor, un cierto control que nunca había experimentado de tal manera.  Hoy veo las cosas que otrora me hubieran desquiciado o deprimido y soy capaz de sonreír, de sentirlas de otra manera, de tomarme una copa con mi desaliento, en definitiva.

En los últimos meses, y sin que lo sepa nadie ¿y quién lo iba a saber? He tomado decisiones importantes, decisiones duras en cierta medida.  Para ser justos, no es que la decisión la haya tomado yo, es sólo que he adoptado una posición y me he mantenido firme en ella, a pesar de que lo que ocurriese no fuese lo que más me gustaría.

Me explico. Mi inglesita, mi incomparable dama esquiva (no sé para que me esfuerzo en ocultarla, ¿qué posibilidades de que lea esto, de que alguien sepa quién es ella? ¿una entre cien mil millones?), no me volvió a escribir, ni me ha llamado para quedar, ni un mensaje para ver como estoy.  ¿Esperaba otra cosa? Sí, esperaba más.  Mi “problema” es que espero mucho.  Pero no creo que demasiado.  Sólo lo que creo que es justo, lo que creo que es mío.  Soy un príncipe esperando por un reino, y puede que este príncipe muera soltero, sólo y mendigo, pero no va a morir con un simulacro o un sucedáneo de reino.  No gracias, sé lo que quiero.  Aunque no pueda conseguirlo, sé lo que quiero.  Y voy a por ello.  

Todo esto va de que yo podía (y hasta cierto punto me contuve las ganas) haberla llamado, haber quedado con ella, y seguro que hubiéramos quedado (sé que le caigo bien, que podríamos haber desarrollado una especie de amistad).  Vale.  Pero no lo quiero.  Así no me vale.  Yo ya la busqué, le di mi afecto, mi amistad sincera (y hubiera aceptado una amistad sincera, sin más), le enseñé quien era e intenté complacerla hasta donde pude.  Pero más no.  Hubiera seguido si ella hubiera respondido, aunque hubiera sido un poquito.  Yo sé hasta donde quiero, hasta donde merece la pena adentrarse en el mar.  Ella no me tendió ningún flotador, y yo no voy, ni hoy ni mañana ni nunca, a ahogarme por nadie.  No merece la pena. Sobre todo por alguien que no me quiere.  

Ay, si estuviera aquí Teo, me diría: “repite eso otra vez”:

ELLA NO ME QUIERE

Como dice Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

Bueno, la otra historia es un poco más fácil.  Pero sólo un poco.  Aquí la historia es un poquito al revés: alguien me quiere a mi, y yo, que sé que no la quiero, le digo que no.  Pero sigue insistiendo, ya ah.  Jeje. Quien sabe de océanos en soledad, sabe de noches en las que uno vendería su alma, lo poco que tiene, por un cuerpo que acariciar en la tibia soledad de la cama.  No es realista, no es bueno, pero es humano.  A veces hasta yo me siento sólo. Sí Teo, vale:

A VECES ME SIENTO SÓLO.

¿Contento? Pero no, como te dije antes, no va a ser así.  No me voy a conformar.  Sé el precio que quizá deba pagar por no conformarme.  Pero es un juego a todo o nada, y si es todo, fenomenal, y si es nada, la nada que tengo ahora me llena como nunca. (aunque haya noches jodidas, claro).

Como esta.

PD: no me hagas mucho caso, a ver si escribo más a menudo.

No hay nada más terrible que lo que nunca te ha sucedido

Hoy lo pienso y siento:

que no hay nada más terrible que saberse culpable sin serlo,

que no hay peor desventura que no tener desventura,

que a veces somos culpables más por lo que no hacemos que por lo que hacemos,

que el miedo se va nutriendo de nuestra cobardía, de nuestra falta de fe, día a día y en el futuro,

que lo más terrible es lo que nunca te ha pasado.

Y así, porque la vida a veces es un asunto trágico y hasta cruel, no queda otra que abrir una botella de legendario, servirla con hielo y cola, encender un cigarrillo y escribir todas estas tonterías con la futil esperanza de no sentirse tan estúpido ni tan vacío.

A VECES ME CANSO DE SER YO

A veces me pregunto si no soy un poco capullo,

Me duele sentir que no recibo lo que doy ni doy lo que recibo

Teo me ha dicho que me exijo mucho, que soy duro conmigo mismo

Siempre ando intentando que los demás me necesiten, siendo su confesor

A veces creo que soy la "mascota", el chico tierno que nunca se convertirá en nada más

No son los demás, soy yo mismo quien toma ese papel, de confesor, de psicólogo, de "osito"

Y empiezo a estar un poco harto, la verdad.

Pero como he dicho antes, soy yo el principal culpable, yo me presto,  hago una interpretación muy caricaturizada de mi mismo

Pero yo también quiero diversión sin cargas, sexo sin compromiso, amigos que me hagan reir sin más

¿Es qué no puedo ser un poquito más loco, un poco irresponsable?

Estoy harto de trabajar tanto, de ser sensible, de comprenderlo todo, de tener la palaba adecuada.

"A veces me canso de ser hombre", como diría Neruda

A veces me canso de ser así, de ser siempre así, de sólo sentirme bien cuando me siento útil

A veces me canso de ser yo...

LA ÚLTIMA PINCELADA

Últimamente me siento de un trascendente que asusto.  Todo se agravó desde que vi “Camino” una película impactante y profunda sobre el tema de una niña que con once años debe enfrentarse a un cáncer muy grave y a su primer amor.  Más allá de la polémica que ha suscitado y de la crítica al Opus Dei, se trata de una historia conmovedora acerca del dolor, del amor, de la muerte, del sentido que le damos a la vida…  La historia está basada en un libro que a su vez cuenta la historia real de una niña, Alexia, que sufrió una dura enfermedad y lo que es más importante, su manera de afrontarla, su entereza e incluso su alegría en los momentos finales.  No hace falta decir que he leído el libro y que es tanto o más conmovedor que la película, ya que además es real.  A pesar de que el libro camina por la senda de la fe religiosa y la película más bien por otro tipo de fe más terrena, tengo la sensación de que una y otra completan una imagen de una misma persona, cada una a su estilo habla de lo mismo, eso sí desde puntos de vista distintos.

Bueno, ¿y todo esto, me diréis, a santo de qué?  Últimamente siento la necesidad de encontrar un sentido último a mi vida, a mi existencia.  Reconozcamos que la muerte está ahí fuera, que llegará más tarde o más temprano (espero que más tarde), y me pregunto a veces que pasará con todo esto.  Con todo lo que hago ahora y que imbuido por una actividad frenética  apenas soy capaz de mirar.  ¿Tiene sentido todo este esfuerzo?  ¿Tiene sentido mi vida? ¿Y después qué? ¿Cómo quiero vivir mi vida? 

En las largas noches de hotel entre semana, una vez realizadas todas las tareas rutinarias, y cuando no estoy de bajón recordando  a mi ex, muchas veces empiezo a buscar cosas en internet, en la wikipedia.  Cosas que me interesan, que me provocan curiosidad.  Éstas noches, Kierkegard, Jean Paul Sartré y otros insignes existencialistas vinieron a hacerme compañía.  Hay algo que me reconforta y que no me hace sentir tan sólo en el hecho de que al margen de haber encontrado las respuestas, hay gente que se ha preguntado lo mismo que yo, y ha intentado responderse.

Teo, mi psico, piensa que todas estas preguntas lo que encubren en realidad es mi miedo a plantearme mi vida en el aquí y ahora, a la incógnita del vivir diario.  Según él, tengo miedo a la vida, así que prefiero contestar a preguntas que están fuera de mi alcance antes que intentar responder a las que tanto temor me da enfrentar.

Yo le conté que en muchos momentos (no siempre sintiéndome triste, aunque el pensamiento sea triste), me siento como una hoja al viento, desgajada de un árbol, viajando sola.  Siento tanta necesidad de pertenecer a algo o a alguien, y a la vez tanto miedo...  Y está todo mezclado.  Tengo ganas de amar, de entregarme.  Pero siento pavor. El más mínimo contacto pone en funcionamiento todos mis sistemas de alarma.  Y en esas coordenadas me muevo, sin dar mucha ocasión de que alguien se acerque mucho, viajando como una hoja por el mundo.  

Con Teo hice varios ejercicios para intentar expresar no ya con palabras sino sintiendo todo esto que os digo.  Alguno de ellos me hicieron reir, eran un poco chocantes, pero también hubo más de uno que me hizo sudar… Primero haciendo de hoja mecido por el aire, después refugiándome en un rincón y viendo como Teo se movía a mi alrededor sin poder seguirle nada más que con los ojos, sin mover nada más.  Me di cuenta del miedo que me da no tener (o más exactamente sentir que no tengo) todo bajo control.

Hoy ha sido un día cansado y un poco difícil pero cuando he vuelto a casa Pablo me estaba esperando con la comida preparada.  Me he sentado en la mesa a su lado y después de comer y de charlar juntos, me he quedado dormido en el brasero.  Todo el día me he sentido en casa, en mi casa.  Por la noche hemos hablado mucho, y Pablo me ha contado que tenía miedo a crecer, que le daba miedo la responsabilidad de hacerse adulto.  Yo, mientras le escuchaba pensaba que mientras vivimos nunca estamos completos.  Siempre estamos en un proceso de ser, de completarnos, de ser con los otros, de ser con nosotros, sólo completamos el cuadro al final, la última pincelada de nuestra vida sólo se da cuando morimos.  Sólo entonces se puede decir que estamos completos.

Pienso en la sencillez de los días como ayer en el que salí con un viejo amigo y a pesar de que no pudimos hacer nada de lo que nos habíamos propuesto, lo pasamos genial igualmente improvisando, o el de hoy, limitándome a descansar y a estar con gente a la que quiero.  Estos son los días en los que más lleno me siento, ,momentos en los que me dedico a vivir, a ser, a dejarme llevar sin pensar, por el camino de mis días.