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MEMORIAS DE UN SINGLE

Tu risa es una ducha en el infierno

Cuando empecé a escribir este blog y decía que ser "single urbano es una filosofía de vida" y otras memeces por el estilo, aún no la había conocido.  Si escribo esto (después de siete meses de silencio) es porque siento que escribiendo es más real.  Yo no sé si le gusto, si me podrá querer algún día.  Sufro cuando pienso que pueda escaparse de mi vida sin ser todo lo que está llamada a ser, todo lo que puede llegar a ser en ella.  Pero todo lo eclipsa ella, cuando está cerca se cancela la muerte, todo lo ocupa, como decía Neruda en un poema "todo lo llenas tú, todo lo llenas tú..."

Sólo sé que mañana y pasado la veré, que tenemos unas horas juntos.  Es suficiente.  Me siento tan huérfano cuando ella no está.  He estado tan agilipollado, tan distraído durante todo el día.  Hoy por primera vez en mucho tiempo, me desperté con una sonrisa pintada en la cara, con la música sonando en mi sangre, con el sentimiento de que el mundo puede ser un lugar perfecto, que quizás haya al fin un rincón de felicidad para mí, un destino, un lugar al que pueda llamar mi hogar...

Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.


Me gustaría decirle muchas cosas.  A veces se la dicen mis ojos, mis manos, mi angustia... Pero me gustaría decirle que ella es el sol de la vida, el pan recién hecho, el periódico fresco, el rocío que riega mis mañanas, el más bello cuento que podría escribir, ella es...la vida.

y quiero tenerla cerca.  Es lo único que sé.

Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme

EN BUENA COMPAÑÍA

Aunque mi intención era (y sigue siendo) la de escribir un post cada semana o dos, este mes de diciembre ha sido tremendamente duro.  Para empezar, porque en el trabajo he encadenado varias semanas prácticamente seguidas de noche.  Las noches traen aparejado un importante desfase de horarios con respecto a casi todo el mundo, lo que hace que cuando encadeno muchas noches seguidas me “ausente” un poco de las otras partes de mi vida (los estudios, los amigos, la convivencia con mis compaleros de piso, mi alimentación, mi sensatez…).

 

También hay que reconocer que últimamente no doy abasto en la universidad.  Falta un mes para los exámenes y cada vez se acumulan más y más trabajos, temas y tareas.  Aunque no lo llevo mal del todo (y para ser sinceros, mejor que nunca), no estoy todo lo satisfecho y me gustaría estar más al día.  Pero al día le faltan horas, y a mi me sobra muchas veces pereza y cansancio acumulado (otro efecto colateral de trabajar muchas noches seguidas).

 

Pero no estoy aquí para contaros mis penas ni abrumaros con mi “sufrimiento”.  Es cierto que empecé el mes bastante desanimadillo (creo que el post anterior lo refleja claramente).  Pero nada grave.  Simplemente, es que necesito ir adaptándome y encontrando mi ritmo.  Creo que febrero va a ser un mes muy importante en ese sentido, si tengo (como espero tener) éxito en mis exámenes, podré darme un respiro, y también ganar la confianza de saber que esto funciona, que merece la pena el agobio que siento en algunos días.

 

Y bueno, hay personas a mi lado (de las que ya he hablado en otros post) que sin duda son capaces de auparme más allá de mi mismo, de hacerme sentir bien en medio del caos, de la desidia, y que consiguen lo inimaginable: que este año, por poner un ejemplo, las navidades estén siendo una época divertida.

 

Y es que para mí, tradicionalmente, las navidades suelen ser una época triste o cuanto menos melancólica.  Siempre acuden a mi mente las de otros años, pobladas de personas que ya no están conmigo.  Si tenemos en cuenta que en este año he perdido a mis dos abuelos y lo he dejado con mi novia, no son las circunstancias más propicias para pensar que estas navidades iban a ser mejores.

 

Pero no contaba con un elemento importante, diferenciador:  mis amigos.  Ellos marcan la diferencia con otros años.  Y me dan esperanza.  Sobre todo, me demuestran que yo también he cambiado, que no tengo porque encadenarme a viejos recuerdos, que puedo mirar con optimismo y con ambición al futuro, que puedo tener fe.  Si hemos de ser justos, diré que siempre he tenido buenos amigos.  Pero ahora los tengo mejores.

 

Una de las grandes cosas que me han enseñado es que para ser fuerte hace falta también poder ser débil.  Con ellos puedo ser yo.  Un yo que está lleno de imperfecciones, de enfados tontos, de días de mal humor porque sí, de palabras no del todo apropiadas.  Un yo que juega a conocerse en el terreno seguro de la amistad entre iguales que se quieren y se conocen más allá de las palabras.  Ellos me brindan la libertad de ser.  No hay un acto de amor mayor que el que nos da libertad de conocernos para elegir que queremos ser y entonces sí; damos la parte de nosotros más bonita, la más sagrada porque es la real, la auténtica.

 

En nochebuena, Pablo y yo viajamos a su pueblo en Córdoba.  Cenamos con su familia y compartimos algo más que un montón de platos y regalos.  Compartimos una amistad que día a día se crece a base de momentos.  Momentos como acompañar a Pablo en su coche con el carnet recién sacado y la música de las Supremes “you can´t hurry love”.  Momentos de foie con salsa de frambuesa made in Pablo (que bueno), y momentos como ver a mi mejor amigo en su faceta más íntima, la del hogar paterno, lleno de silencios o de palabras que nos gustaría poder decir bien alto. Ir con Pablo de viaje y poder escapar durante unas horas de Granada y nuestra rutina sirvió entre otras cosas para apreciar que tenemos un sitio donde nos apetece volver.

 

El 25, invitamos a Manolo y los cuatro tomamos una cena exquisita preparada por nuestro “chef” y aderezada con todas esas cosas que hacen que Alejandro de una manera muy sutil sea alguien irremplazable en nuestra vida.  A veces siento que somos como los Beatles, o como Martes y trece.  Somos buenos por separado, pero es la unión de los tres lo que nos hace grandes.  Esa fue una cena realmente divertida, creo que la mejor cena de navidad que he tenido en mi vida, rodeado de mis tres mejores amigos, en armonía, en paz.  ¿No es acaso ese el espíritu de la navidad?  No pude echar de menos a nadie, pues de hecho, no puedo pensar en nadie con el que deseara más estar aquella noche.

 

Bebimos mucho, comimos más y contamos y reímos anécdotas que a día de hoy me hacen reír y no hace mucho me hacían sentir francamente desgraciado.  Hubo ratos de confidencias, fotos (algunas absurdas), y momentos en el que el alcohol nos hizo más parlanchines.  Pero no me sentí más desinhibido, pues cuando estoy con ellos siempre estoy desinhibido, siempre soy tremendamente yo.  Gracias amigos.  Feliz navidad.

 

A VECES ME CANSO DE SER YO

A veces me pregunto si no soy un poco capullo,

Me duele sentir que no recibo lo que doy ni doy lo que recibo

Teo me ha dicho que me exijo mucho, que soy duro conmigo mismo

Siempre ando intentando que los demás me necesiten, siendo su confesor

A veces creo que soy la "mascota", el chico tierno que nunca se convertirá en nada más

No son los demás, soy yo mismo quien toma ese papel, de confesor, de psicólogo, de "osito"

Y empiezo a estar un poco harto, la verdad.

Pero como he dicho antes, soy yo el principal culpable, yo me presto,  hago una interpretación muy caricaturizada de mi mismo

Pero yo también quiero diversión sin cargas, sexo sin compromiso, amigos que me hagan reir sin más

¿Es qué no puedo ser un poquito más loco, un poco irresponsable?

Estoy harto de trabajar tanto, de ser sensible, de comprenderlo todo, de tener la palaba adecuada.

"A veces me canso de ser hombre", como diría Neruda

A veces me canso de ser así, de ser siempre así, de sólo sentirme bien cuando me siento útil

A veces me canso de ser yo...

UNOS DÍAS DE NOVIEMBRE

Aquí estoy de nuevo, para contaros lo que han sido estos días en Madrid.

El Martes cogí un autobús con ilusión y algo de miedo.  Pero era un miedo "bueno"; un miedo que afina tus sentidos, hace que estés alerta, vivo.  Casi podría decir que era un miedo escénico.  Yo he sido actor y lo que sentí al dejar atrás Granada y sobre todo al adentrarme en la estación sur de Madrid fue lo que sientes esos minutos antes de salir al escenario: toda esa responsabilidad, la sensación de dar vida a una ficción, a un sueño con tu voz y con tu cuerpo.

De momento sólo se trata de poner las primeras piedrecitas, pero sé que comenzar bien es importante.

Mi padre, que me estaba esperando en la estación, me invitó a un cocido madrileño (cómo si no), que estaba cojonudo buenísimo.  Después me dejó porque tenía que trabajar y yo con la tarde por delante decidí recorrer un poquito la villa y corte.  En primer lugar, alguno de mis sitios predilectos: la Gran Vía, Callao, la FNAC.  Allí me enamoré locamente de una dependienta que quiso hacerme una especie de encuesta para que me hiciera la tarjeta del club FNAC:

-No, lo siento, es que vengo muy poco por aquí, no vivo en Madrid -: "aún"-no lo dije, pero lo pensé para mis adentros.

Después de comprar dos libros de Kapuscinsky -que aparte del apellido gracioso, es un gran periodista, al cual me he aficionado bastante en este último viaje-, y de gastarme el dinero en varios cds y dvds que no necesitaba, me fuí a mi antiguo barrio, donde me crié al lado de dos mujeres que ya no están: mi madre y mi abuela.  La verdad, sigue siendo ese barrio chulo, sibarita y elitista a las puertas del retiro, y no ha cambiado nada en lo esencial.  Por aquí un bar cambió su nombre, por allá una tienda nueva o el inevitable bazar chino.  Pero sigue existiendo la librería de al lado de mi casa, la tienda de modelismo con la maqueta de tren llena de detalles, mis viejas papelerías, mi destartalada escuela... Es raro: a diferencia de otras ocasiones, disfruté paseando por mi barrio.  Qué lejos está el Miguel niñó que salió de allí necesitando respirar.  Me sentí bien, me sentí tan entero y en paz por aquellas calles...¿señal de que algo está cambiando?.

Bueno, vamos con la acción.

Miércoles:  cita en la "universidad fantasma"  Antes he de deciros que mi facultad está a dos horas en metro de cualquier rincón de Madrid, lo cual he contrastado ampliamente estos días (si hasta escribí mi primera "crónica" sobre uno de esos interminables viajes en metro), así que llegO algo tarde, pero con la suerte de que el profesor llega un minuto más tarde que yo.  Y así hago la entrada triunfal en mi primera clase presencial de periodismo.  Es como cumplir un pequeño sueño, un paso largamente aplazado.  Es extraño, porque de pronto es como reencontrarme con una parte de mí mismo que estaba allí esperando, en esa clase, desde mis dieciocho años. Cómo si existiese el destino.  Al entrar un montón de estudiantes de primero me miran con curiosidad.  Yo también los miro, (Miguel 18), disimuladamente, con una cierta envidia.  "Quién fuera vosotros, tener mis dieciocho y estar aquí, sin más obligaciones y sin el tiempo y el cansancio de las noches pisándote los talones.

Pero termina la clase, y yo sé que no habrá otra para mí, pues sólo he sido invitado a ésta, y como oyente.  Tampoco tendría sentido que me quedara, pues mi vida ya está lejos de este aula.  Así que me pongo el abrigo (Miguel 30), y me dirijo al profesor, que me reconoce enseguida.  Nos tomamos un café en la cafetería -dónde si no-, y tenemos una charla muy amena, casi de igual a igual.

Después de eso, y como si fuera la primera vez, voy a la biblioteca a reunirme con mis apuntes, con mi futuro.  Puede sonar cursi, pero en estos momentos me siento como un niño el día de reyes; ¡todo es tan nuevo!, y vivo cada pequeño encuentro, cada inauguración de este curso como algo excepcional, lleno de ilusión.

Conocer a Charo, es uno de eso momentos.  A diferencia de mí, que le llevo unos doce años a la media de estudiantes de primero, Charo me lleva a mí...20 años.  Pues sí, porque ella tiene 50.  Y dos hijos en edad para ser "compañeros de pupitre". Pero si os digo lo que he sentido, lo que me ha transmitido hablando con ella, es que es una de las personas más juveniles -en el sentido de vitales, vivas -, que he conocido nunca.  Charo es importante por dos razones.  Primera: porque es la primera compañera "virtual" que conozco, mi primera colega en la aventura universitaria que he emprendido. Y segundo, porque ella me ha hecho comprender que la verdadera edad no se encuentra en el carnet de identidad, sino en el espíritu.

Sí, ya sé que lo sabía, pero ahora además lo siento dentro de mí, sé que es de verdad.

 

RUMBO AL FUTURO

 

Hoy salgo de la "semana infernal" de siete noches.  Y sin tiempo me preparo para dejar resueltos mis asuntos en Granada y hacer la maleta rumbo a Madrid.  Decir rumbo a Madrid, es en parte decir rumbo al futuro, porque cada vez siento con más certeza que mi futuro está allí. Poco a poco lo iré construyendo, desde la base sólida que he sido capaz de construir en Granada.  Mañana, y los próximos tres días pondré la primera piedrecita.

No será fácil, el día que toque, dejar Granada.  En esta ciudad maravillosa he vivido los que quizás hayan sido los mejores años de mi vida (y parte de los peores).  Algún día escribiré aquí todo lo que he vivido mi querida (y también odiada) ciudad estos ocho años.

Pero en Madrid está mi futuro.  O al menos una parte de él.  Empezando por mi carrera de periodismo, por mi vocación de acabar trabajando de lo que siempre soñé.  Algo me dice que he de volver allí, que mi futuro (y no sólo laboral) pasa por retomar mi ciudad de nacimiento.

No sé. O tal vez éste sea otro proyecto que acaba en nada.  Igual nunca me voy de Granada, igual nunca termino periodismo, igual lo que me espera no tiene nada que ver con lo que en estos momentos preparo con tanta ilusión.

(Pero, en cualquier caso, voy a comprar billetes a Madrid, el miércoles tengo clase ¡presencial! y voy a hablar con cada uno de mis profesores).

Prepárate Madrid, que voy...

DETALLES

Ayer por fin celebramos la cena que tantas veces ya habíamos pospuesto los tres inquilinos (mis dos mejores amigos y yo).  Pude por fin darles un pequeño y más que merecido homenaje por su apoyo y fidelidad inquebrantable durante todos estos meses.  Ellos han sido capaces de sacarme de la cama y cuidar de mi cuando más roto me encontraba, han sido capaces de contenerme, de aguantarme, y algo que quizás pueda parecer banal, pero no lo es:  han sido capaces de quererme con mi dolor, sin exigirme que estuviera bien cuando no podía estarlo (ya me hubiera gustado a mí).  Por todo eso y mil cosas más: Gracias.

Es mucho lo que éstas dos personas han crecido dentro de mí en estos últimos ocho meses... Y además no lo han tenido fácil, debieron crecer en un desierto, pleno de desolación, interior y exterior.  Pero con el agua de la amistad y el sol de las cosas justas, han sido capaces de germinar sentimientos en mi interior que creía extintos.  Ellos han sabido demostrarme que existe el compromiso, me han devuelto la fe en la amistad que ya había perdido.  Me han traído de vuelta al mejor yo, al Miguel que sabe lo que quiere y no se conforma con migajas, al Miguel que cree en si mismo. Pero también es verdad que yo ya no soy igual.  Sinceramente, creo que soy mucho mejor, que lucho cada día por estar a la altura de lo que creo que merece la pena.  Y en el camino he tenido que dejar de lado muchas cosas, porque quien se busca a sí mismo no puede perder el tiempo.  Así, ha habido personas, cosas y aspectos de mi personalidad que he tenido que dejar atrás para instaurar otros más auténticos.  He dejado una carrera que no me gustaba por otra que adoro (sólo ahora que la estoy haciendo me doy cuenta de cuanta vocación he tenido siempre por ella), he dejado una relación que me daba todo, porque yo no sentía lo mismo y necesito también saber que puedo darlo todo.  He dejado amigos que me quisieron, supongo, pero muy egoistamente (antes yo también era así), sin implicarse en nada, sin mojarse.  Ahora tengo menos amigos, pero estos amigos se preocupan de verdad por mí, sé que son capaces en un momento dado de hacer incluso cosas que no les pido, porque se molestan en conocerme y en intentar saber como me siento.  Ellos marcan parte de la calidad de lo que es mi nueva vida (que todavía está en proceso de ensamblaje, pero cada vez me gusta más).  También yo soy más sincero (y aún he de aprender a serlo más); ya no espero que me adivinen la mente, ya no espero que venga nadie a salvarme (¿de qué o de quién?), ahora sé que mi vida va a ser lo que yo haga de ella.  Y como dijo ayer Pablo en un momento de la cena: "hay cosas que sólo tú estás llamado a hacer, y si no las haces tú, nadie las va a hacer por ti, nadie las hará igual, se quedarán sin hacer".

Para celebrar estas y otras cosas (materializadas en el cambio de piso en agosto), les llevé a cenar a un sitio que nos gusta mucho, con una increíble vista de la Alhambra iluminada justo enfrente nuestro y una cocina francesa exquisista (y un camarero también exquisito, mis compañeros de piso dixit).                                                                                                                                                                                                                                                            Les había escrito una carta a cada uno en la que brevemente repasaba algunos de los momentos pasados juntos estos meses y mis sentimientos al respecto.  A pesar de que se emocionaron un poco (yo también, para que voy a negarlo), pienso que lo de anoche fue solo un pequeño detalle, una gota de agua en un océano de amistad.  Importa todo lo que hay detrás.  A ver si soy capaz de explicarme:  para mí es mucho más importane el dia a dia, nuestros roces diarios, algunos momentos aburridos, otros graciosos, otros francamente tediosos, otros simplemente cansados...

El momento de ayer que les pareció encantador, para mi no vale más que cualquier momento en el que sentados en el brasero en el salón charlamos, a veces incluso sin mirarnos, o cuando hacemos la cena, o estamos fregando en la cocina y hablamos de nuestro trajín diario, o cuando preparo el café para los tres y escucho sus conversaciones desde la cocina y sonrío, y sé que no podría hacer nada mejor que eso y que la vida son esos detalles sin los cuales lo de ayer no significaría absolutamente nada.

LA ÚLTIMA PINCELADA

Últimamente me siento de un trascendente que asusto.  Todo se agravó desde que vi “Camino” una película impactante y profunda sobre el tema de una niña que con once años debe enfrentarse a un cáncer muy grave y a su primer amor.  Más allá de la polémica que ha suscitado y de la crítica al Opus Dei, se trata de una historia conmovedora acerca del dolor, del amor, de la muerte, del sentido que le damos a la vida…  La historia está basada en un libro que a su vez cuenta la historia real de una niña, Alexia, que sufrió una dura enfermedad y lo que es más importante, su manera de afrontarla, su entereza e incluso su alegría en los momentos finales.  No hace falta decir que he leído el libro y que es tanto o más conmovedor que la película, ya que además es real.  A pesar de que el libro camina por la senda de la fe religiosa y la película más bien por otro tipo de fe más terrena, tengo la sensación de que una y otra completan una imagen de una misma persona, cada una a su estilo habla de lo mismo, eso sí desde puntos de vista distintos.

Bueno, ¿y todo esto, me diréis, a santo de qué?  Últimamente siento la necesidad de encontrar un sentido último a mi vida, a mi existencia.  Reconozcamos que la muerte está ahí fuera, que llegará más tarde o más temprano (espero que más tarde), y me pregunto a veces que pasará con todo esto.  Con todo lo que hago ahora y que imbuido por una actividad frenética  apenas soy capaz de mirar.  ¿Tiene sentido todo este esfuerzo?  ¿Tiene sentido mi vida? ¿Y después qué? ¿Cómo quiero vivir mi vida? 

En las largas noches de hotel entre semana, una vez realizadas todas las tareas rutinarias, y cuando no estoy de bajón recordando  a mi ex, muchas veces empiezo a buscar cosas en internet, en la wikipedia.  Cosas que me interesan, que me provocan curiosidad.  Éstas noches, Kierkegard, Jean Paul Sartré y otros insignes existencialistas vinieron a hacerme compañía.  Hay algo que me reconforta y que no me hace sentir tan sólo en el hecho de que al margen de haber encontrado las respuestas, hay gente que se ha preguntado lo mismo que yo, y ha intentado responderse.

Teo, mi psico, piensa que todas estas preguntas lo que encubren en realidad es mi miedo a plantearme mi vida en el aquí y ahora, a la incógnita del vivir diario.  Según él, tengo miedo a la vida, así que prefiero contestar a preguntas que están fuera de mi alcance antes que intentar responder a las que tanto temor me da enfrentar.

Yo le conté que en muchos momentos (no siempre sintiéndome triste, aunque el pensamiento sea triste), me siento como una hoja al viento, desgajada de un árbol, viajando sola.  Siento tanta necesidad de pertenecer a algo o a alguien, y a la vez tanto miedo...  Y está todo mezclado.  Tengo ganas de amar, de entregarme.  Pero siento pavor. El más mínimo contacto pone en funcionamiento todos mis sistemas de alarma.  Y en esas coordenadas me muevo, sin dar mucha ocasión de que alguien se acerque mucho, viajando como una hoja por el mundo.  

Con Teo hice varios ejercicios para intentar expresar no ya con palabras sino sintiendo todo esto que os digo.  Alguno de ellos me hicieron reir, eran un poco chocantes, pero también hubo más de uno que me hizo sudar… Primero haciendo de hoja mecido por el aire, después refugiándome en un rincón y viendo como Teo se movía a mi alrededor sin poder seguirle nada más que con los ojos, sin mover nada más.  Me di cuenta del miedo que me da no tener (o más exactamente sentir que no tengo) todo bajo control.

Hoy ha sido un día cansado y un poco difícil pero cuando he vuelto a casa Pablo me estaba esperando con la comida preparada.  Me he sentado en la mesa a su lado y después de comer y de charlar juntos, me he quedado dormido en el brasero.  Todo el día me he sentido en casa, en mi casa.  Por la noche hemos hablado mucho, y Pablo me ha contado que tenía miedo a crecer, que le daba miedo la responsabilidad de hacerse adulto.  Yo, mientras le escuchaba pensaba que mientras vivimos nunca estamos completos.  Siempre estamos en un proceso de ser, de completarnos, de ser con los otros, de ser con nosotros, sólo completamos el cuadro al final, la última pincelada de nuestra vida sólo se da cuando morimos.  Sólo entonces se puede decir que estamos completos.

Pienso en la sencillez de los días como ayer en el que salí con un viejo amigo y a pesar de que no pudimos hacer nada de lo que nos habíamos propuesto, lo pasamos genial igualmente improvisando, o el de hoy, limitándome a descansar y a estar con gente a la que quiero.  Estos son los días en los que más lleno me siento, ,momentos en los que me dedico a vivir, a ser, a dejarme llevar sin pensar, por el camino de mis días.

DON´T WORRY BE HAPPY

Hola, ha pasado más de un mes desde la última actualización y eso se debe a que he estado muy ocupado, aunque mi idea original era actualizar una vez por semana.  (Son tanto los lectores que ahora tengo, que me veo obligado a darles su ración semanal de mis (des)venturas.

La verdad es que estoy bastante contento, he empezado con muchas ganas y mi "universidad fantasma" apelativo con el que la llaman con sorna mis compañeros de piso, ya no es tan fantasma.  De hecho mandan trabajos a diestro y siniestro, lo malo es que después no me los corrijen (de momento) así que me quedo sin saber si lo he hecho bien o no.  Pero no pasa nada, de hecho, estoy feliz con tanta actividad.  De momento me lo estoy tomando como un reto, sé que disfrutar es la única manera de que el esfuerzo que hay que hacer para empezar una carrera a los treinta años mientras trabajas no se vuelva un tormento que al final te haga mandarlo todo a la mierda.

También me he metido en clases de francés, lo que es un objetivo a corto plazo para el trabajo en el hotel.  (Pertenece a una cadena francesa y si quiero, como de hecho quiero, tener posibilidades y facilidad de movimiento dentro de la compañía debo manejar con soltura el francés).  Las clases de francés nos la da una joven profesora belga, Mademoiselle V, que no nos da cuartel y no deja de hablarnos en francés desde el primer día a una velocidad de vértigo.  Las clases se convierten así en una desesperada lucha por la supervivencia lingüística; por un lado la supervivencia nuestra, que mademoiselle no para de poner en peligro con su perversa manera de hacer preguntas-trampa o de preguntar las cosas para ver si nos pilla.  Por otro lado, la supervivencia del francés ya que el pobre sufre mucho con nuestra pronunciación tan pauperrima.  Y la cabrona buena de nuestra profesora mientras, se ríe, se ríe aviesamente de nosotros en nuestra cara.  Sin lugar a dudas las clases son una cura de humildad a la que hay que ir con la autoestima muy alta...

Estoy contento de como he encarado el curso, sé que mi principal enemigo soy yo mismo, por eso no quiero caer en la apatía (desidia) e intento llevar todo al día.  En muchos momentos me acuerdo de mi novia, y lo paso mal.  Teo (mi psicoanalista, en adelante mi psico) me está ayudando bastante a entenderme y así poder estar más en paz conmigo mismo, al comprender mejor mis fortalezas y mis debilidades y ser consciente de aquellos puntos en los que me sigo sintiendo incompleto.  Pero cuando empiezo a trabajar de noche, es cuando más me acuerdo de ella, es como la canción de sabina, "tardé en a prender a olvidarla 19 días y 500 noches".  Y es que en el hotel era cuando más hablábamos.  A veces desearía que estuviera en casa y al regresar de la noche poder dormir abrazado a ella.  Pero en general cada vez estoy más fuerte, soy un single urbano, no lo olvidemos!

Por cierto, me he ido de compras, me he comprado ropa chula y elegante y estoy ultimamente bastante, bastante guapo.

AQUI EMPEZAMOS.-

Para empezar voy a contaros algo de mí.  Vivo en Granada, en un piso compartido con dos estudiantes.  He cumplido este año los treinta y después de un largo tiempo he dejado la relación que tenía con mi novia.  Después de todo un infierno de reproches y dudas, y de haberme sentido como la peor persona sobre la faz de la tierra, empiezo a coger un poco de aire y a darme cuenta de dos cosas:

-          Lo que me ha pasado a mí le ha pasado a más gente, y sin duda volverá a pasar a otro montón más,

-          Ahora que ya me he flagelado y compadecido lo suficiente va siendo hora de que vea lo que hago con mi vida.

Sin dudar, soy una persona afortunada, porque siempre en mi vida he estado rodeado de personas que me han querido mucho.  Muchas de esas personas continúan, otras cambiaron.  Alguna murió y otras se fueron o las eché yo.  Pero todas permanecen en mi corazón.  Todas han pintado lo que soy, mi retrato está hecho de un sinfín de pinceladas de aquellos que guiaron mi mano en momentos de duda, o incluso en momentos de claridad.

Si tuviera que decir cuál es el aspecto de mi vida del cual me siento más satisfecho, cual es para mí mi mayor capital, diría una y otra vez que son mis amigos.

Con dos de ellos vivo ahora, son precisamente dos de los que más quiero.  En los últimos meses se han portado fenomenal conmigo, supieron apoyarme con su comprensión y con su presencia (a veces silenciosa, a veces ruidosa).

Con los amigos pasa como con las modas.  Una temporada se pone de moda un jersey de rayas negras y ya no sales de casa sin el jersey de marras.  Hay temporadas en las que simplemente, la persona y el momento se juntan y entonces no hay nadie que te conozca ni te pueda ayudar mejor.  El resto de amigos permanece pero tu echas mano de los que en esos momentos más te abrigan.  Luego, por supuesto están esas prendas de las que echas mano solo durante una temporada y luego ya nunca más.  Y también  aquellos a los que les cogiste tanto cariño que ya siempre forman parte de tu ropero.

Con mi novia lo dejamos después de año y medio de relación. La razón que le di a ella es que no la quería lo suficiente.  Parece cruel, pero me pareció lo más honesto y lo más cercano a la verdad.   Hubo problemas desde el principio, pero no eran problemas insuperables.  Quizás lo más importante, que yo no me imaginaba una vida con ella. Hay momentos en la vida (y son muy peligrosos) en que si no sabes lo que quieres te ves arrastrado por aquellos que si saben muy bien lo que quieren.  En cualquier caso, creo que lo que realmente no quería era dejar la relación con un matrimonio y a lo mejor con un hijo de por medio.  Para ciertas cosas hace falta tenerlo claro.

Al decir que no la quería lo suficiente parece que diga que no la quería nada.  Pues no es verdad.  La quise mucho, mucho.  Me pregunto si volveré a querer y a confiar en otra persona como en ella.  Ah, que lo había olvidado, soy un single urbano:  Lo mío es sexo sin amor y amistades con derecho a roce.  (Pues no me lo creo ni yo, pero bueno, nadie es perfecto, y hace tiempo que aprendí a vivir con mis incongruencias):  soy un single urbano un poco raro…

El tema de los treinta años.  Para mí, no se trata de una edad más.  Será porque es un número muy redondo, o porque cuando era más joven (aún sigo siéndolo,  grrr…) tenía todo un mundo creado para esta edad.  Pensaba que con treinta años terminaría la carrera (no que empezaría una nueva, la tercera), que tendría un trabajo de lo mío (¿qué es lo mío?) y también, y sobre todo, que sabría cual es mi lugar en el mundo, que sabría lo que hacer (jajaja).

La realidad, sin embargo, es otra.  La realidad es que ya ha empezado la pelicula, y lleva un rato largo.  La buena noticia: mientras hay vida, hay esperanza.  Puedo levantarme y pensar que aún me queda tiempo para hacer de mi vida lo que siempre soñé que sería.  La mala noticia, es que con treinta a diferencia de cuando tienes veinte ya sabes que se pueden hacer cambios, pero que estos tardan tiempo en realizarse, no son baratos y mucho menos milagrosos.

Y ahí están los enemigos de siempre: la rutina tan embrutecedora, las relaciones que nos demuestran nuestros límites, la desmoralizadora realidad de ver que ya no somos niños ni por tanto inmortales.

Y yo estoy en un punto… dijéramos que no es ni optimista ni pesimista, sino todo lo contrario.  Como he dicho antes, sé que los milagros hay que trabajarlos todos los días.  Y yo necesito un milagro este año.  Me miro en el espejo que me da una imagen que dependiendo del día y de mi estado de ánimo es un poco más positiva o un poco menos alegre, pero que siempre es implacable.  Miro la calva incipiente, los ojos cansados, miro de frente a este individuo que conozco tan bien, (eso sí: me he dado tiempo para conocerle) y sé de qué pie cojea.  Sé de su pereza, de su melancolía que a veces dura días y otras años.  Sé de su fortaleza para saltar de derrota en derrota hacia la victoria final.  También sé que tiene días en que no se lo cree ni él, y días en los que se siente omnipotente.  Qué arrastra una tristeza crónica hecha de muchas alegrías.  Que si se lo propone y lo hace puede conseguirlo.  Que a veces se subestima tanto que acaba haciendo buenas las peores previsiones.  Y otras, (y a esas me quiero agarrar ahora), simplemente trabaja y espera, y en esa espera sabe que él y el mundo fifty fifty, y que todo puede pasar, pero que él debe seguir ahí, siendo fiel a lo que cree, a lo que tiene, a lo que es.

MEMORIAS DE UN SINGLE URBANO

Soy un single urbano.  Bueno, en realidad no del todo, pues vivo en un piso con otros dos “singles” (a veces no tan singles).   Es importante ahora decir lo que ES y sobre todo lo que NO ES para mí un single urbano:

-          No es simplemente un tio viviendo solo

-          No es un solterón

-          No es un egoísta que no quiere compromisos, ni casarse, ni compartir su vida con nadie

-          No es una moda pasajera.

En cuanto a lo que ES yo diría que un poco todo lo anterior, pero aceptándolo con deportividad y elegancia…

Según tengo entendido reciben este nombre aquellas personas jóvenes que en edad de merecer, como dirían los antiguos, permanecen singles, y lo que es más, no  se les ve la más mínima prisa por cambiar su estatus civil. 

Pero en realidad, para  mí lo del matrimonio es lo de menos.  Para mí, vivir con alguien ya es un compromiso tan grande como casarse con el.  El matrimonio como tal, es solo un contrato.  La convivencia diaria, ese es el compromiso, ese es el reto. 

Yo no estoy en contra de eso.  Pero tampoco lo busco, ni lo necesito en este momento de mi vida.  Por otra parte, si ser single urbano se redujera a ser alguien que no se casa o no quiere casarse, lo mismo daría llamarlo solterón.  Yo no me defino como soltero, del mismo modo que si tuviera pareja no me definiría como emparejado.  Me defino por mi mismo, como persona,  por mis objetivos, por mi búsqueda de mí mismo, que no es una búsqueda egoísta, sino necesaria, para que si un día dejo de ser single no sea solo el reflejo apantallado de otra persona.

Ser single urbano es una filosofía de vida.